lunes, 20 de agosto de 2012

Busca dentro de ti...


Busca dentro de tí
Busca dentro de ti la solución de todos los problemas, hasta de aquellos que creas más exteriores y materiales.
Dentro de ti esta siempre el secreto, dentro de ti están todos los secretos.
Aún para abrirte camino en la selva virgen, aún para levantar un muro, aún para tender un puente, has de buscar antes, en ti, el secreto.
Dentro de ti hay tendidos ya todos los puentes están cortadas dentro de ti las malezas y lianas que cierran los caminos.
Todas las arquitecturas están ya levantadas, dentro de ti.
Pregunta al arquitecto escondido.
Él te dará sus formulas.
Antes de ir a buscar el hacha de más filo, la piqueta más dura, la pala más resistente...entra en tu interior y pregunta...
Y sabrás lo esencial de todos los problemas y se te enseñará lo mejor de todas las fórmulas, y se te dará la más sólida de todas las herramientas.
Y acertarás constantemente, puesto que dentro de ti llevas la luz misteriosa de todos los secretos...

Amado Nervo

miércoles, 15 de agosto de 2012

AGRESIVIDAD Y TOLERANCIA*



Sobre este tema no parece haber dos opiniones, al menos «de la boca para afuera»: casi todos coincidimos en que el respeto y la tolerancia constituyen la base de una sociedad civilizada. 
La paciencia, la consideración y la cortesía son valores universales, y casi nadie discute las ventajas de una convivencia pacífica. 
En los hechos, sin embargo, la mayoría de nosotros exhibimos reacciones
agresivas al atravesar la puerta de calle, en cualquiera de los dos sentidos. La familia, el trabajo y sobre todo el tráfico parecen ser campos de batalla que despiertan nuestros instintos agresivos. 
No se trata de que nos tomemos a golpes o a puntapiés con nuestros ocasionales enemigos. 
Cuando hablamos de agresividad lo hacemos en un sentido amplio, que va más allá de la violencia física y que incluye la agresión verbal, la respuesta airada, la crítica dura, la amenaza, la prepotencia y hasta la mirada o el gesto hostil que transmiten enojo sin verbalizarlo.
Tal como ocurre con otras emociones -por ejemplo el miedo o la tristeza-, la cólera configura un problema sólo cuando es desmedida, esproporcionada a la situación que la ha generado, o bien cuando constituye una reacción habitual del sujeto porque se dispara ante mínimas frustraciones. 
En tales casos, la respuesta agresiva suele comprometer las relaciones interpersonales del individuo,inspirando temor y resentimiento en sus seres queridos, cuando no francos contraataques y duras represalias. Todo ello conduce a un distanciamiento de familiares, amigos y compañeros, mientrasque el sujeto se considera incomprendido o marginado sin razón, lo cual aumenta su enojo y deteriora aún más sus vínculos sociales.

Se ha dicho con frecuencia que la agresividad es una respuesta natural ante los obstáculos y contratiempos. Entonces, ¿por qué algunas personas toleran bastante bien las frustraciones,mientras que otras reaccionan en forma airada e iracunda en circunstancias similares? ¿Qué actitudes predisponen a montar en cólera y cuál es el enfoque, en cambio, que permite desarrollar una mayor tolerancia ante las dificultades? La clave no está en los problemas que cada uno enfrenta sino en el modo como los encara. Como veremos a continuación, algunos pensamientos favorecen las respuestas agresivas mientras que otros promueven una mayor comprensión y tolerancia en quien los evoca.

Las personas que viven enojadas se forman juicios de valor globales, radicales o categóricos sobre los otros.
 A sus ojos, los demás son justos o injustos, agradecidos o ingratos, sinceros o fallutos,solidarios o egoístas, etc.
 Quienes demuestran mayor tolerancia, en cambio, pueden juzgar comportamientos aislados de otras personas, por ejemplo: «en esta ocasión no me dijo toda la verdad» en lugar de concluir: «es un mentiroso».

Los sujetos iracundos necesitan saber siempre quién tiene la culpa de los sucesos adversos. Suelen atribuir toda la responsabilidad a una sola persona o a un grupo social, y luego descargan su ira sobre el o los presuntos culpables.
 Los individuos menos agresivos, en cambio, toleran mejor la ncertidumbre y reconocen muchas veces que no saben quiénes son los responsables de un hechodesgraciado. Además, suelen repartir más las culpas. En un accidente de tránsito, por ejemplo,toman en cuenta el estado del pavimento, la mala visibilidad, los errores de ambos conductores, las
posibles fallas mecánicas, la mala señalización de la ruta, etc., en lugar de cargar toda la culpa a la imprudencia de uno de los actores.
Quienes exhiben un mal humor crónico, atribuyen sus propios fracasos y desventuras a factores externos como la suerte, el azar o la intervención de otras personas, mientras que los sujetos más moderados asumen la responsabilidad por los resultados que obtienen. 

Estos últimos se preguntan «qué hice mal o cómo puedo mejorar la situación», mientras que los primeros se quejan del destino o de la mala voluntad de los demás.
La tendencia a considerar las actitudes de los demás como dirigidas intencionalmente hacia ellos es otra característica de los individuos agresivos. Cuando alguien los mira directamente a la cara pueden tomarlo como una provocación, en lugar de pensar que el sujeto los confunde con otra persona. Si se cruzan con un conocido que no los saluda, piensan: «no me quiso saludar» en lugar de suponer: «no me reconoció» o «estaba distraído». En otras palabras, lo toman como algo personal y se enojan en consecuencia. La actitud opuesta, es decir, el buscar explicaciones alternativas para la conducta ajena, en particular motivos distintos de la mala intención, favorece respuestas menos apasionadas y más tolerantes.
Los sujetos agresivos suponen que quienes piensan o actúan en forma diferente a como lo hacen ellos son malos o están equivocados. Consideran que hay una manera correcta de hacer las cosas, y que siempre es necesario establecer quién está en lo cierto. Las personas tolerantes, en cambio,suelen ver a los otros como individuos diferentes, no malos o errados sino distintos. Consideran que los demás tienen sus propias costumbres, prioridades y valores, que no son mejores ni peores que los propios sino diferentes. Por eso no creen necesario juzgarlos, al menos mientras no afecten sus derechos.
Este fenómeno explica muchas discusiones violentas que surgen a partir de simples diferencias de opinión. La persona intolerante no se contenta con exponer su punto de vista: pretende convencer a su interlocutor de que está en lo cierto. Su objetivo no es sólo comunicar una opinión sino demostrar que tiene razón. Aquellos que se limitan a hacer conocer sus ideas sin el propósito de que los demás las compartan a cualquier precio, pueden intercambiar opiniones sin llegar a una confrontación.
A muchas personas agresivas les cuesta reconocer que los demás tienen sus propias necesidades, y se conducen como si los otros estuvieran en este mundo para servirlas. Por eso se enojan mucho cuando no son complacidas, y les cuesta aceptar un «no» como respuesta. Los sujetos más tolerantes, en cambio, aceptan tácitamente que los otros van a satisfacer primero sus propios deseos.
No ven esto como una forma de egoísmo o insensibilidad, sino como un fenómeno normal y esperable, que por otra parte no es incompatible con una actitud solidaria en otras circunstancias. De hecho, todas las personas tienen sus propias necesidades y es normal que los objetivos individuales
entren en conflicto. La dificultad en tomar esto como un fenómeno natural y humano lleva a frecuentes enojos y recriminaciones.



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* Del libro: «Pasiones y Pecados del diario vivir», Dr. Alberto Chertok. Centro de Terapia Conductual

martes, 7 de agosto de 2012

FÁBULA CHINA


Se cuenta que allá para el año 250 A.C., en la China antigua, un príncipe
de la región norte del país estaba por ser coronado emperador, pero de
acuerdo con la ley, él debía casarse. Sabiendo esto, él decidió hacer una
competencia entre las muchachas de la corte para ver quién sería digna de
su propuesta. Al día siguiente, el príncipe anunció que recibiría en una
celebración especial a todas las pretendientes y lanzaría un desafío.

Una anciana que servía en el palacio hacía muchos años, escuchó los
comentarios sobre los preparativos. Sintió una leve tristeza porque sabía
que su joven hija tenía un sentimiento profundo de amor por el príncipe.
Al llegar a la casa y contar los hechos a la joven, se asombró al saber
que ella quería ir a la celebración. Sin poder creerlo le preguntó: "¿Hija
mía, que vas a hacer allá? Todas las muchachas más bellas y ricas de la
corte estarán allí. Sácate esa idea ins ensata de la cabeza. Sé que debes
estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura" Y la
hija respondió: "No, querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy
loca. Yo sé que jamás seré escogida, pero es mi oportunidad de estar por
lo menos por algunos momentos cerca del príncipe. Esto me hará feliz"

Por la noche la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las muchachas
más bellas, con las más bellas ropas, con las más bellas joyas y con las
más determinadas intenciones. Entonces, finalmente, el príncipe anunció el
desafío: "Daré a cada una de ustedes una semilla. Aquella que me traiga la
flor más bella dentro de seis meses será escogida por mí, esposa y futura
emperatriz de China"

La propuesta del príncipe seguía las tradiciones de aquel pueblo, que
valoraba mucho la especialidad de cultivar algo, sean: costumbres,
amistades, relaciones, etc. El tiempo pasó y la dulce joven, como no tenía
mucha habilidad en las artes de la jardine ría, cuidaba con mucha
paciencia y ternura de su semilla, pues sabía que si la belleza de la flor
surgía como su amor, no tendría que preocuparse con el resultado. Pasaron
tres meses y nada brotó. La joven intentó todos los métodos que conocía
pero nada había nacido. Día tras día veía más lejos su sueño, pero su amor
era más profundo. Por fin, pasaron los seis meses y nada había brotado.
Consciente de su esfuerzo y dedicación la muchacha le comunicó a su madre
que sin importar las circunstancias ella regresaría al palacio en la fecha
y hora acordadas sólo para estar cerca del príncipe por unos momentos.

En la hora señalada estaba allí, con su vaso vacío. Todas las otras
pretendientes tenían una flor, cada una más bella que la otra, de las más
variadas formas y colores. Ella estaba admirada. Nunca había visto una
escena tan bella. Finalmente, llegó el momento esperado y el príncipe
observó a cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención.
Después de pasar p or todas, una a una, anunció su resultado. Aquella
bella joven con su vaso vacío sería su futura esposa. Todos los presentes
tuvieron las más inesperadas reacciones. Nadie entendía por qué él había
escogido justamente a aquella que no había cultivado nada. Entonces, con
calma el príncipe explicó: "Esta fue la única que cultivó la flor que la
hizo digna de convertirse en emperatriz: la flor de la honestidad. Todas
las semillas que entregué eran estériles"
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 Maravilloso relato, ¿no? En tiempos donde lo importante parecen ser los
resultados, los logros, lo visible, cultivar el valor de la honestidad
parece un valor perdido... Somos capaces de inventar los más variados
argumentos para excusarnos, por no decir "me equivoqué, tienes razón, no
sé acerca de esto". Opinamos sobre todo, juzgamos a todos... la "viveza"
se ha convertido en un valor, encubriendo la mentira, el engaño, la falta
de honestidad para con nosotros mismos... La verdad, la sinceridad, la
humildad... no son virtudes exacerbadas en los cartoons para niños, ni en
las publicidades para adultos hemos confundido el significado de la
palabra ÉXITO.
 Si he terminado mi día siendo leal a mí mismo, sin traicionar mis
creencias y mis sentimientos, sin dejar de ser quien soy para quedar bien
u obtener resultados... ese ha sido un día de éxito. Puedes hacer de este,
un día exitoso... de ti depende.

DEJA LA IRA SECAR !!!!


Mariana se puso toda feliz por haber ganado de regalo un juego de té de color azul.

Al día siguiente, Julia, su amiguita, vino bien temprano a invitarla a jugar. Mariana no podía pues saldría con su madre aquella mañana.
Julia entonces pidió a Mariana que le prestara su juego de té para que ella pudiera jugar sola en el jardín del edificio en que vivían.
Ella no quería prestar su flamante regalo pero ante la insistencia de la amiga decidió, hacer hincapié en el cuidado de aquel juguete tan especial.
Al volver del paseo, Mariana se quedó pasmada al ver su juego de té tirado al suelo. Faltaban algunas tazas y la bandeja estaba rota.
Llorando y muy molesta Mariana se desahogó con su mamá "¿ves mamá lo que hizo Julia conmigo? Le presté mi juguete y ella lo descuidó todo y lo dejó tirado en el suelo".
Totalmente descontrolada Mariana quería ir a la casa de Julia a pedir explicaciones, pero su madre cariñosamente le dijo:
 "Hijita, ¿te acuerdas de aquel día cuando saliste con tu vestido nuevo todo blanco y un coche que pasaba te salpicó de lodo tu ropa? Al llegar a casa querías lavar inmediatamente el vestido pero tu abuelita no te dejó.
¿Recuerdas lo que dijo tu abuela? Ella dijo que había que dejar que el barro se secara, porque después sería más fácil quitar la mancha.

Así es hijita, con la ira es lo mismo, deja la ira secarse primero, después es mucho más fácil resolver todo".
Mariana no entendía todo muy bien, pero decidió seguir el consejo de su madre y fue a ver el televisor.
Un rato después sonó el timbre de la puerta...Era Julia, con una caja en las manos y sin mas preámbulo ella dijo:
"Mariana, ¿recuerdas al niño malcriado de la otra calle, el que a menudo nos molesta?
Él vino para jugar conmigo y no lo dejé porque creí que no cuidaría tu juego de té pero el se enojó y destruyó el regalo que me habías prestado.
Cuando le conté a mi madre ella preocupada me llevó a comprar otro igualito, para ti. ¡Espero que no estés enojada conmigo. No fue mi culpa!“
"¡No hay problema!, dijo Mariana, ¡mi ira ya secó! Y dando un fuerte abrazo a su amiga, la tomó de la mano y la llevó a su cuarto para contarle la historia del vestido nuevo ensuciado de lodo".
Nunca reacciones mientras sientas ira. La ira nos ciega e impide que veamos las cosas como ellas realmente son. Así evitarás cometer injusticias y ganarás el respeto de los demás por tu posición ponderada y correcta delante de una situación difícil.

Acuérdate siempre: ¡ Deja la ira secar !