miércoles, 15 de agosto de 2012

AGRESIVIDAD Y TOLERANCIA*



Sobre este tema no parece haber dos opiniones, al menos «de la boca para afuera»: casi todos coincidimos en que el respeto y la tolerancia constituyen la base de una sociedad civilizada. 
La paciencia, la consideración y la cortesía son valores universales, y casi nadie discute las ventajas de una convivencia pacífica. 
En los hechos, sin embargo, la mayoría de nosotros exhibimos reacciones
agresivas al atravesar la puerta de calle, en cualquiera de los dos sentidos. La familia, el trabajo y sobre todo el tráfico parecen ser campos de batalla que despiertan nuestros instintos agresivos. 
No se trata de que nos tomemos a golpes o a puntapiés con nuestros ocasionales enemigos. 
Cuando hablamos de agresividad lo hacemos en un sentido amplio, que va más allá de la violencia física y que incluye la agresión verbal, la respuesta airada, la crítica dura, la amenaza, la prepotencia y hasta la mirada o el gesto hostil que transmiten enojo sin verbalizarlo.
Tal como ocurre con otras emociones -por ejemplo el miedo o la tristeza-, la cólera configura un problema sólo cuando es desmedida, esproporcionada a la situación que la ha generado, o bien cuando constituye una reacción habitual del sujeto porque se dispara ante mínimas frustraciones. 
En tales casos, la respuesta agresiva suele comprometer las relaciones interpersonales del individuo,inspirando temor y resentimiento en sus seres queridos, cuando no francos contraataques y duras represalias. Todo ello conduce a un distanciamiento de familiares, amigos y compañeros, mientrasque el sujeto se considera incomprendido o marginado sin razón, lo cual aumenta su enojo y deteriora aún más sus vínculos sociales.

Se ha dicho con frecuencia que la agresividad es una respuesta natural ante los obstáculos y contratiempos. Entonces, ¿por qué algunas personas toleran bastante bien las frustraciones,mientras que otras reaccionan en forma airada e iracunda en circunstancias similares? ¿Qué actitudes predisponen a montar en cólera y cuál es el enfoque, en cambio, que permite desarrollar una mayor tolerancia ante las dificultades? La clave no está en los problemas que cada uno enfrenta sino en el modo como los encara. Como veremos a continuación, algunos pensamientos favorecen las respuestas agresivas mientras que otros promueven una mayor comprensión y tolerancia en quien los evoca.

Las personas que viven enojadas se forman juicios de valor globales, radicales o categóricos sobre los otros.
 A sus ojos, los demás son justos o injustos, agradecidos o ingratos, sinceros o fallutos,solidarios o egoístas, etc.
 Quienes demuestran mayor tolerancia, en cambio, pueden juzgar comportamientos aislados de otras personas, por ejemplo: «en esta ocasión no me dijo toda la verdad» en lugar de concluir: «es un mentiroso».

Los sujetos iracundos necesitan saber siempre quién tiene la culpa de los sucesos adversos. Suelen atribuir toda la responsabilidad a una sola persona o a un grupo social, y luego descargan su ira sobre el o los presuntos culpables.
 Los individuos menos agresivos, en cambio, toleran mejor la ncertidumbre y reconocen muchas veces que no saben quiénes son los responsables de un hechodesgraciado. Además, suelen repartir más las culpas. En un accidente de tránsito, por ejemplo,toman en cuenta el estado del pavimento, la mala visibilidad, los errores de ambos conductores, las
posibles fallas mecánicas, la mala señalización de la ruta, etc., en lugar de cargar toda la culpa a la imprudencia de uno de los actores.
Quienes exhiben un mal humor crónico, atribuyen sus propios fracasos y desventuras a factores externos como la suerte, el azar o la intervención de otras personas, mientras que los sujetos más moderados asumen la responsabilidad por los resultados que obtienen. 

Estos últimos se preguntan «qué hice mal o cómo puedo mejorar la situación», mientras que los primeros se quejan del destino o de la mala voluntad de los demás.
La tendencia a considerar las actitudes de los demás como dirigidas intencionalmente hacia ellos es otra característica de los individuos agresivos. Cuando alguien los mira directamente a la cara pueden tomarlo como una provocación, en lugar de pensar que el sujeto los confunde con otra persona. Si se cruzan con un conocido que no los saluda, piensan: «no me quiso saludar» en lugar de suponer: «no me reconoció» o «estaba distraído». En otras palabras, lo toman como algo personal y se enojan en consecuencia. La actitud opuesta, es decir, el buscar explicaciones alternativas para la conducta ajena, en particular motivos distintos de la mala intención, favorece respuestas menos apasionadas y más tolerantes.
Los sujetos agresivos suponen que quienes piensan o actúan en forma diferente a como lo hacen ellos son malos o están equivocados. Consideran que hay una manera correcta de hacer las cosas, y que siempre es necesario establecer quién está en lo cierto. Las personas tolerantes, en cambio,suelen ver a los otros como individuos diferentes, no malos o errados sino distintos. Consideran que los demás tienen sus propias costumbres, prioridades y valores, que no son mejores ni peores que los propios sino diferentes. Por eso no creen necesario juzgarlos, al menos mientras no afecten sus derechos.
Este fenómeno explica muchas discusiones violentas que surgen a partir de simples diferencias de opinión. La persona intolerante no se contenta con exponer su punto de vista: pretende convencer a su interlocutor de que está en lo cierto. Su objetivo no es sólo comunicar una opinión sino demostrar que tiene razón. Aquellos que se limitan a hacer conocer sus ideas sin el propósito de que los demás las compartan a cualquier precio, pueden intercambiar opiniones sin llegar a una confrontación.
A muchas personas agresivas les cuesta reconocer que los demás tienen sus propias necesidades, y se conducen como si los otros estuvieran en este mundo para servirlas. Por eso se enojan mucho cuando no son complacidas, y les cuesta aceptar un «no» como respuesta. Los sujetos más tolerantes, en cambio, aceptan tácitamente que los otros van a satisfacer primero sus propios deseos.
No ven esto como una forma de egoísmo o insensibilidad, sino como un fenómeno normal y esperable, que por otra parte no es incompatible con una actitud solidaria en otras circunstancias. De hecho, todas las personas tienen sus propias necesidades y es normal que los objetivos individuales
entren en conflicto. La dificultad en tomar esto como un fenómeno natural y humano lleva a frecuentes enojos y recriminaciones.



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* Del libro: «Pasiones y Pecados del diario vivir», Dr. Alberto Chertok. Centro de Terapia Conductual

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