Porqué
En la infancia tenemos una idea
ominipotente y fantasiosa sobre nuestras limitaciones físicas. Podemos pensar
que nunca envejeceremos y moriremos o que será tan tan lejos que prácticamente
no ocurrirá nunca.
Quizá estas ideas nos preparan mal para la práctica sensata
del auto-cuidado, y de ahí que durante un largo periodo juvenil podamos abusar
de nuestra aparentes 'energías ilimitadas' para trasnochar, mal alimentarnos y
también para adquirir la mala costumbre de preocuparnos y sufrir sin que
aparentemente ello implique mayores complicaciones.
Pero un buen día las cosas
pueden cambiar y enviarnos repentinas señales de funcionamiento corporal
anómalo, como si el cuerpo ya no tolerara el mismo ritmo de agobio que tenía
hasta el día anterior.
No somos conscientes de nuestro nivel de agobio, tensión e inquietud si estamos
atravesando una época de estrés. Estamos tan familiarizados con las sensaciones
internas de ansiedad que nos parecen normales, o por lo menos no preocupantes.
Las despreciamos, aunque el nivel de tensión en realidad es más alto de lo que
nuestro organismo está preparado para tolerar.
Esta especie de ceguera y
sordera sobre nuestro estado es un error de cálculo que nace de que no conocemos
nuestras limitaciones corporales (que niveles de descanso, relax, bienestar,
distracción y goce necesitamos para funcionar operativamente). Nos hemos
mal-educado a ser sacrificados y sufridores, anteponiendo el deber, la ambición
y la auto-exigencia, o la búsqueda desaforada de estímulos. Quizás sabemos
cuantas horas seguidas podemos aguantar trabajando, pero no sabemos cuantas
horas necesitamos para ocuparnos de nuestra mínima tranquilidad personal.
Ocurre también con demasiada frecuencia que tampoco sabemos manejarnos
demasiado bien frente a las frustraciones, ante las que solemos buscar salidas
que más que calmarlas parecen exacerbarlas.
Pero los hechos son los hechos:
nuestro cuerpo biológico, en especial nuestro sistema nervioso, tiene sus
propias limitaciones de funcionamiento (no puede estar permanentemente activado
forzado a trabajar al máximo).
Esto es lo que fundamenta un
ataque de pánico, que también podríamos llamar crisis de ansiedad.
Cómo
La
persona intenta en un momento dado detener su ritmo frenético. Se sienta, se
para en frente al semáforo, espera en una cola, se tumba a descansar un rato,
intenta mirar la televisión, está sentado en un medio de transporte, etc., Es
precisamente eso, que estamos haciendo algo que no es particularmente activo lo
que nos desconcierta, porque repentinamente notamos que no podemos hacer la
cosa tan tranquila que queríamos hacer, porque el sistema nervioso está
demasiado alterado para bajar de tan arriba a tan abajo en un instante.
En
un segundo percibimos esta dificultad anómala, podemos observar los efectos de
la taquicardia (acaloramiento de la parte central del cuerpo, aceleración
respiratoria), nuestra respiración parece ser incómoda, y los mecanismos
automáticos del control del ritmo respiratorio deciden hacer paradas bruscas
que nos desconciertan (¿Me quedaré sin aire, pensamos?), se ha disparado
nuestro sistema de alarma como esas alarmas de la tienda de al lado que se
conecta un día de viento sin más ni más.
En
un segundo notamos el encendimiento que produce en nuestro cuerpo el estado de
activación general (pensemos por ejemplo en la reacción que sentiríamos ante un
susto intento repentino, como ver aparecer un perro en nuestra habitación o que
se rompieran los vidrios de una ventana, una explosión, etc.).
Pero
como nada pasa en el exterior, pensamos, ¿Qué me sucede? ¿Me estaré muriendo?
¿Será esto un ataque cardíaco, colapso respiratorio, embolia cerebral? ¿Será
esto que tengo un ataque de locura? ¿Cómo me puedo morir ahora sin haber hecho
testamento o dejando las cosas sin arreglar?
Pensar
este 'diagnóstico' no es precisamente tranquilizador... Así que si ya estamos
'encendidos' creernos en grave peligro acaba de provocar un incendio. Estamos
en pleno pánico. Sube el nivel de ansiedad provocando más efectos
espectaculares (temblor de piernas, sensación de vértigo, rigidez de nuca,
visión borrosa, sensación de flotar e de irrealidad)
Puede
que se acuda a un servicio de urgencias por si las dudas, y ahí, tras las
pruebas oportunas nos digan que no era nada grave, sólo un ataque de ansiedad.
¿Pero cómo nos podemos convencer de que no era NADA, si nosotros en realidad
nos sentimos terriblemente mal?.
El
habernos sentido tan traspuestos, el que eso sucediera en un momento tan tenso
de nuestra vida en medio de las complicaciones y exigencias, y encima el miedo
a que se repita... con qué facilidad se puede efectivamente repetir el episodio
que deseábamos que ¡por favor! no volviera otra vez...
Comprendiendo lo que pasa
Como
podemos observar por esta descripción en el ataque de pánico hay dos fuerzas
que se unen y se suman:
- un
estado de ansiedad que predispone a padecer molestias en la regulación del
sistema nervioso (dificultad de relajarse, disparo automático de la
sensación de alerta, cambios bruscos de ritmos).
- la
percepción de este estado no como una molestia física menor, sino como
algo terrible, enigmático y sumamente desagradable (algunos dicen que
preferirían que les cortaran una mano antes de pasar por esos mementos).
Tenemos la sensación de perder el control voluntario (¡horror!) y
sentirnos débiles, desvalidos e impotentes (reacción de quedarnos
clavados, paralizados y bloqueados).
Si lo expresamos con un esquema diríamos que
- Estímulo
de Ansiedad -->
- provoca
respuesta intensa de miedo -->
- la
respuesta de miedo de nuevo genera más de lo mismo, una ansiedad todavía
mayor -->
El estado de ansiedad producido por un estado general
ocurre más bien al principio, pero al cabo de un cierto tiempo en realidad la
causa de ansiedad deja de ser la que era y cambia a ser nuestra propia
suspicacia y nuestro temor supersticioso de que pueda volverse a repetir, o el
percibir el más mínimo estado corporal que nos parezca extraño, o el simple
'pensar en ello'. Eso explica que aunque pudieran suprimirse las causas
primeras (pueden haber cambiado algunas circunstancias o hemos comenzado a tomar
tranquilizantes) puedan haber sido sustituidas por otras.
En
realidad, bajo el punto
de vista del trastorno psicológico, lo relevante no es el
haber tenido un ataque de pánico, que de hecho algunas personas tienen por
haber cuidado a un enfermo varias noches seguidas, haber bebido más de la
cuenta, por efecto del consumo de algunas drogas o medicaciones, y que
reconocen como 'lógico' debido al exceso, y que olvidan.
Lo importante es que
la persona que ha padecido un ataque de pánico:
- no
comprenda que 'excesos' esta cometiendo en su vida, o que no le parezcan
'lógicos' como explicaciones.
- no
tome las medidas adecuadas que tomaría frente a otro trastorno físico (o
sea no varía su vida ni un milímetro)
- comience
a desarrollar conductas contraproducentes (o sea, que hace todo lo
contrario que tendría, como preocuparte, anticipar situaciones, estar
auto-observándose, caer en el alarmismo, enfadarse, deprimirse, etc..). La
principal conducta contraproducente es la evitación de situaciones en las
que uno cree que podría suceder el ataque (la situación en la que la
persona sentiría 'atrapada'). Esta conducta produce lo que se llama
agorafobia, que la podríamos traducir como el miedo que se tiene a padecer
una crisis de ansiedad o ataque de pánico en situaciones de indefensión
(lejos, solos, encerrados, con mucha gente, delante de personas ante las
que queremos quedar bien, etc.)
- la
auto-provocación (involuntaria) como cuando uno piensa que podría vomitar
y sólo pensar en el asco que le daría ello le produce las nauseas que le
confirman sus ganas de vomitar. De igual modo el pensamiento sobre la
ansiedad produce ansiedad, la ansiedad se puede percibir con la lupa de la
atención, que agranda en relieve y tecnicolor todas las sensaciones
físicas, lo cual crea la sensación que está ya sucediendo lo que uno teme
que suceda, y la sensación de que si algo empieza uno está perdido y no
podrá evitar lo peor, y que hay que estar preparados para lo peor de lo
peor que podría suceder...
¿Qué hacer?
Los
pasos a seguir son:
- Hacer
análisis médicos para descartar enfermedades de carácter orgánico (en
particular trastornos endocrinos, circulatorios, dificultes de tensión
arterial, etc.)
- Una
vez establecida la causa psicológica hacer una reflexión acerca de cómo
estamos viviendo, en qué puntos nos estamos 'pasando de la raya' y qué
medidas de salud podríamos tomar (descanso, alimentación, ejercicio,
diversión, cambio de actitudes).
- Llevar
vida normal (llevar vida de enfermo incurable no nos hace sentir
precisamente normales). La causa de la ansiedad no es externa sino
interna, así que el mundo no tiene la culpa y sería inútil tomar medidas
de precaución porque el miedo puede perfectamente cambiar de 'tema' una
vez que cedemos en evitar determinada circunstancia.
- Evitar
todo tipo de anticipación o pensamiento sobre la ansiedad: esta es la
causa más importante del mantenimiento y crecimiento de la ansiedad. Una
especulación es cizaña que sembramos y provoca mayor inseguridad. Lo
correcto es 'vivir sin pensar' hasta que llegue el momento X, en el cual
nos limitamos ha hacer lo que sigue a continuación.
- Tener
preparado un guión para decirnos es ese momento (este guión se ha podido
preparar previamente con un psicólogo, y contiene fundamentalmente la idea
de lo que nos pasa en que tenemos mucho miedo, pero el miedo no nos hará
morir, y simplemente es algo que 'bajará' en la medida de que actuemos con
normalidad. No me muero, es sólo miedo.
- Respirar
hondo. Si notamos cosquilleos en las puntas de las manos o en los pies
significa que estamos ventilando o oxigenando más de la cuenta y que lo
que interesa en 'parar', por lo que aguantaremos el aire contando
tranquilamente uno, dos, tres, cuatro, y expulsaremos el aire suavemente,
y repetimos la operación hasta notar que de esta forma introducimos menos
exógeno, desaparece el síntoma del cosquilleo y nos resulta más cómoda la
respiración.
- Mirar
algo y centrar la visión en el mundo externo (veo un cuadro, una matrícula
de coche que comienza por... ) Este ver-afuera nos ayudada a saber si
vemos bien y a recuperar la agradable sensación de equilibrio. También
conviene oir-fuera (que sonidos escucho, que canción suena, cómo oigo mi
propia voz) y tocar alguna cosa como mi ropa, un mueble, un objeto
cualquiera, pera dirigir los canales sensoriales hacia el exterior. Todas
estas medidas conducen a comprobar si nos estamos desmayando o mareando o
si estamos 'funcionales'. Cuanto antes comprobemos nuestro estado y
salgamos de la inmovilidad, antes podemos cerciorarnos de que nuestro
estado es mejor de lo que parece.
- Continuar
haciendo lo que estamos haciendo (si estábamos haciendo algo) o
inventarnos una tarea. Es muy probable que la situación de pánico se de
encerrados en una coche, en un aula o despacho, esperando en la cola del
banco o para pagar en el supermercado (preferiblemente con personas detrás
y delante impidiéndonos la huida). Entonces hacer algo puede ser hablar,
curiosear, pensar lo que comimos la semana pasada, escribir algo, escuchar
o tararear música, o cualquier cosa que tenga la suficiente garra para
distraernos).
- Esperar
los minutos necesarios para relajarnos (pensar que cuando uno se altera
tarda un ratito en serenarse, es importante no confundir esto con que
'fracasamos' en el control, así que no hay que tomarse como algo 'raro' el
que tardemos nuestros cinco o diez minutos en lograr tranquilizarnos.
- No
enfadarse (pensamientos como "!otra vez!", "¿qué hecho yo
para merecer eso?", "¡esto es espantoso!" "!soy
débil!" y similares aportan tanto nivel de adrenalina a la corriente
sanguínea como la
ansiedad. Además esta ira contribuye notablemente a que
la próxima vez parezca más infernal.
- También
esta totalmente contraindicado deprimirse como si a uno le estuviera
sucediendo alguna gran desgracia o tuviera la peor suerte del mundo. Esto
solo hacer que agrandar al 'enemigo' haciendo que la ansiedad parezca más
tirana, abusiva e todopoderosa que nunca. En vez de deprimirse es más útil
animarse todo lo que uno pueda haciendo cosas que compensen el mal sabor
de boca dejado por el momento de pánico (actividades lúdicas o que nos den
paz, goce y nos reconcilien con la vida como la buena música, la buena
lectura, la buena conversación o el goce estético de las cosas). Uno puede
hacerse algún tipo de 'regalito' como un remedio curativo muy eficaz para
'minimizar' la fuerza del miedo. Hay que recordar que tomarse las cosas
con humor es un buen método para solucionar todo tipo de problemas de
salud y de la vida en general. (Algunas personas en fase de superación
suelen hablar con su miedo diciéndole "así que ya has venido a
molestarme un poco ¿no?, pues has de saber que ya no me impresionas porque
sé que mucho ruido pero sólo eres un poco de ansiedad fisiológica
inocente, así que ahora ¿qué cosa agradable podríamos hacer? ¿tal vez
hablar con esa persona encantadora que tanto nos gusta? ¿tal vez nos
podemos ocupar en algo útil e interesante que nos permita cambiar de tema?
...").
- Dejarse
ayudar por un profesional. Es una lástima que muchas personas tengan
alergia a dejarse ayudar por un psicólogo como si su valía personal
quedara en entredicho, porque de igual modo que nos dejamos orientar por
un asesor fiscal, un inversor financiero, o el maitre de un restaurante,
es más síntoma de inteligencia y sensatez que de otra cosa contar con el
asesoramiento de un psicoterapeuta especialista en trastornos de ansiedad.
Todos los puntos anteriores y otros más quedan mucho mejor aclarados y sobre
todo, puestos en práctica, con el apoyo del psicólogo, de forma que nos
aseguremos del éxito en el control de un miedo que ya se ha apoderado de
nosotros. Ya sé que estamos en la era del bricolaje, hágaselo usted mismo
y de la auto-ayuda y que ésta misma información la ha encontrado usted en
internet, pero tampoco que hay exagerar tanto que pongamos en peligro
nuestra propia salud y calidad de vida sólo por evitar el contacto del
profesional. Si tiene ataques de pánico y/o agorafobia, dedique tiempo y medios
necesarios para su solución correcta y completa.
Colaboracion de José Luis Catalán