viernes, 9 de noviembre de 2012

Cambiar los hábitos de comunicación...



-Perdón...
Beatriz buscó un pañuelo en su cartera y se secó el llanto con decisión. Guardó silencio por unos  segundos, avergonzada y un tanto sorprendida por la angustia que le hizo perder moentáneamente el control. Sin embargo, rápidamente recobró la compostura y su imagen de mujer fuerte, la misma que imponía respeto entre sus alumnos del Colegio “San Carlos”. Al otro lado del escritorio, el doctor Bianchi reconoció que su paciente lloraba de rabia, al verse impotente para modificar una situación que le resultaba intolerable.

-Dígame si estoy equivocada, doctor: ¿es mucho pedir que se encargue de Matías cuando vuelve del  del trabajo? Cuando éramos novios Ricardo se sentía orgulloso de que yo estudiara, me iba a buscar a la facultad y hasta me ayudaba a preparar los exámenes. Y ahora que estoy por recibirme no está dispuesto a darme una mano para que estudie. Además, si tenemos un hijo la responsabilidad de atenderlo es de los dos. Para mí siempre fue obvio que íbamos a compartir la tarea de cuidarlo, porque los dos trabajamos fuera de casa...
Beatriz dejó la frase sin terminar y miró nuevamente al doctor Bianchi como buscando su aprobación.

 El doctor, sin embargo, eludió la respuesta y preguntó a su vez:
-¿Qué hizo usted para persuadirlo de que la ayudara? ¿Le pidió que se encargara de alguna tarea?

-¿Si le pedí? ¡Doctor...! ¡Me aburrí de explicarle que su obligación es ocuparse de Matías cuando yo estoy estudiando! Siempre le digo que es egoísta cuando llega tarde a casa y se sienta a mirar televisión o a leer el diario. Pero es inútil -Beatriz abrió los brazos en un gesto de resignación-: nada le hace cambiar.

-¿Y él que dice? -preguntó el terapeuta, procurando reconstruir la discusión.

-Que arregle mis horarios de estudio para otro momento, que llega cansado y no tiene fuerzas para bañarlo, que es su único momento libre del día... ¡yo qué sé! Pero no entiende que es no justo y que sólo piensa en su comodidad. El viernes, precisamente, le hice ver que nunca me daba el lugar que me corresponde.


-¿Qué quiere decir?

-Todos los fines de semana vamos a comer a lo de su madre, y en realidad a mí no me molesta, porque tiene una casa con fondo y Matías pasa muy bien con su abuela. Pero tampoco quiero quedarme allí toda la tarde. El domingo pasado le propuse ir a San José a visitar a mi hermana, y fuimos, pero todo el día con mala cara. Como si me hiciera un favor...

-Creí entender que estaban discutiendo sobre quién se ocupa de Matías. ¿Por qué trajo used  trae a colación lo del fin de semana, si estaban hablando de otra cosa?

-¡Por eso mismo, Doctor! Para mostrarle que es egoísta y que no toma en cuenta mis necesidades.

El doctor Bianchi formuló entonces la pregunta más importante de la sesión, tal vez de toda
a terapia:


-¿Para qué quiere demostrarle que es egoísta?

-¿Cómo para qué? Si entendiera que está equivocado, cambiaría. Por eso quiero que venga a una terapia de pareja, para que un profesional neutral le diga quién tiene razón.

-Sin embargo, esa estrategia no le ha dado resultado, Usted ha tratado de explicarle muchas veces que está equivocado, y no ha conseguido que cambie.

-Porque él se cierra y no entiende razones.

-Es posible. Sin embargo, las personas suelen defenderse cuando las tratan de egoístas. La reacción más común consiste en justificarse y contraatacar, para demostrar que no son tan malas y que tienen motivos para actuar como lo hacen. En general, las críticas y reproches no inducen a la gente a cambiar, sino a fortalecer su posición.

-¿Qué tengo que hacer entonces?

-Para comenzar, puede preguntarse usted misma cuál es su objetivo: hacerle reconocer sus
errores o motivarlo para cambiar.

Beatriz lo miró con una mezcla de sorpresa e incredulidad.

-Siempre creí que era necesario reconocer nuestros defectos para interesarnos después en
corregirlos.

-No siempre -repuso el terapeuta-. En realidad, las personas no somos tan lógicas. Nuestro
orgullo nos impide a veces aceptar que nos equivocamos, sobre todo cuando la crítica es dura
y cuestiona la imagen que tenemos de nosotros mismos. Eso es lo que ocurre cuando usted
procura convencer a su esposo de que es injusto o egoísta.

-Pero si no puedo criticarlo porque se pone a la defensiva, ¿cómo voy a conseguir que cambie? -preguntó la mujer con desesperación.

-Podría empezar por pedírselo. Sin embargo, antes debe conocer la diferencia entre un pedido y un reproche.

-Bueno, no podría decirle exactamente cuál es, pero creo que conozco la diferencia


-El reproche se formula siempre en segunda persona: “sólo pensás en lo que vos querés, no te interesa ayudarme”, y en un tono de acusación o censura -el doctor movió el índice de su mano derecha, como apuntando a un interlocutor invisible-. El reproche implica un juicio negativo sobre la otra persona.

-¿Y el pedido?

-El pedido, en cambio, comienza en primera persona: “Tengo un problema: cuando estoy estudiando de noche se me hace tarde para bañar a Matías y darle de comer. Eso me irrita y me pone de mal humor. Me ayudaría mucho que te encargaras de esas tareas cuando llegas temprano a casa. Eso me haría sentir que cuento contigo, y nos permitiría acostarlo temprano para cenar tranquilos, mirar TV o ir a la cama.”

-Sí -reconoció Beatriz-, suena menos agresivo, pero todavía no me doy cuenta por qué.

-Quien formula un pedido no está juzgando a la otra persona. No le dice que es egoísta ni que está actuando mal. En lugar de formular una acusación, expresa un deseo: “me gustaría que hicieras tal cosa”, y señala luego las ventajas -para sí misma o para ambos- de ser complacida. El que pide asume que tiene un problema y propone una solución. El tono es neutral,como se estila al tratar un asunto práctico o al resolver una dificultad.


Beatriz reflexionó un momento y replicó con cierto disgusto:
-Admito que mi planteo ha sido bastante agresivo. Sin embargo, tengo motivos de sobra para estar enojada. Además, no es sólo su actitud cuando llega a casa. Me molesta que nunca tome en cuenta lo que yo quiero ni trate de complacerme. Me gustaría que él se diera cuenta y lo reconociera.

-Por eso le pregunté hace un momento cuál era su objetivo. Si se propone demostrarle que usted tiene razón, hacerle reconocer sus errores o simplemente descargar su rabia, emplee el reproche. Pero si su objetivo es conseguir que la escuche y que esté más dispuesto a colaborar, formule pedidos concretos. Lamentablemente ambos objetivos son incompatibles.

-Nunca lo había pensado en esos términos -reflexionó la paciente, mientras fijaba la mirada en un punto indefinido de la pared. Luego, volvió a mirar al terapeuta-. Como le dije, siempre creí que era necesario mostrarle su poca sensibilidad, y la verdad es que no me dio resultado.
De todos modos, tampoco estoy segura de que funcione un pedido como el que usted sugiere.

-Es probable -admitió el doctor-. Aprender a formular pedidos nos permite plantear nuestros deseos con mayor chance de ser escuchados, y generar un ambiente de trabajo del tipo “resolvamos un problema” en lugar de promover un clima tenso y hostil. Pero no nos garantiza que seremos complacidos. También debemos estar dispuestos a negociar o a llegar a un acuerdo,cediendo en parte o complaciendo a nuestra pareja en otros temas.

-¿Aunque el acuerdo nos parezca injusto?

-Hacer justicia es otro objetivo neurótico. Entre otras cosas, puede llevarla a tomar represalias...

-Eso es lo que hago -interrumpió Beatriz-. Si él está en la cómoda, yo también. Ayer le dije que se prepare solo la cena, y no fui a retirar un video que habíamos reservado... Le dio mucha bronca y todavía no me habla.

-Exacto. La idea de hacer justicia lleva a ese tipo de revanchismos, que en lugar de mejorar
la situación, la empeoran. Una meta más conveniente es motivarlo para que cambie tanto como sea posible, al menos mientras decida mantener la relación.

-De modo que aquí también apunto a objetivos erróneos...

-...o poco prácticos -agregó el doctor Bianchi, completando la frase-. Un buen hábito consiste en preguntarse: ¿qué quiero conseguir en realidad? ¿Cuál es mi objetivo?


-Suena lógico. Pero exige cambiar radicalmente el criterio y la actitud con la que uno encara el problema. Debería tragarme toda la bronca que siento, y tener la frialdad necesaria para encararlo de ese modo.

-Es cierto. Sin embargo, usted ha acumulado bronca y resentimiento precisamente porque no consiguió que él cambie su comportamiento. Si desarrolla un estilo de comunicación más eficaz tal vez logre motivarlo para cooperar, y en tal caso su propia rabia se irá desvaneciendo.
En esta etapa, sin embargo, le sugiero hacer los planteos en un momento en que se encuentre serena, por ejemplo al otro día de un incidente, y no cuando se sienta enfurecida.

-Bueno -suspiró Beatriz-, voy a tratar de encararlo así, pero no estoy segura de poder...

-Cambiar los hábitos de comunicación y replantearse los propios objetivos lleva tiempo. No
es suficiente con entenderlo. Necesita acostumbrarse al nuevo enfoque. Pero ha comenzado a
cuestionar el modo como maneja sus problemas de pareja, y ese ya es un paso importante. La
espero la próxima semana.

Dr. Alberto Chertok





1 comentario:

Unknown dijo...

Muy interesante como encara el tema en esta note.
Gracias por compartir